Dios nos creó a varones y mujeres iguales en dignidad, no para que compitamos unos con otros sino para ser complementarios unos de los otros en un marco de respeto. Somos imagen y semejanza de Él.
En estos tiempos en los que se registran hechos en torno a los que muchos parecen proponer un enfrentamiento entre varones y mujeres, la ASIEP pone de resalto que varones y mujeres fuimos creados para buenas obras.
Más que nunca nos toca ubicarnos en la dirección correcta de evocar la libertad y los derechos que son esenciales para todo ser humano y apuntar al respeto de la mujer en su máxima expresión como coheredera y portadora de vida.
Necesitamos reflexionar profundamente sobre la disfuncionalidad que se manifiesta en diferentes sectores de la sociedad donde la mujer es sólo un objeto y entender que desde los medios y la publicidad precisamente se utiliza el cuerpo femenino de un modo indigno, como un vehículo de promoción, un instrumento mercantilizador que envía un mensaje equivocado.
Es comprensible la indignación que generan actos invasivos que atentan contra la sanidad moral de la gente, por lo que venimos a exaltar el buen propósito que Dios trazó para hombres y mujeres, creados para buenas obras (Efesios 2:20)
Asimismo ponemos de resalto que todos hemos sido llamados a ser sal y luz para prevalecer por sobre la oscuridad y la corrupción, la inmoralidad, allí donde nos toque desempeñarnos a cada uno (Mateo 5:13)
Como sector de fe de la sociedad, estamos llamados a levantar la voz por los débiles. “Me duele en lo más profundo del alma ver sufrir a las mujeres de mi ciudad” expuso el Profeta Jeremías (Lamentaciones 3:51) Hoy es necesario tomar en consideración que Jesús vino a restaurar y sanar lo que estaba destruido y establecer un vínculo de amor y respeto entre prójimos.
No podemos pasar por alto que Jesús validó el testimonio de las mujeres y toda la Escritura es una cabal exposición de que Dios no hace acepción de personas. El Salvador mismo eligió a mujeres para que fueran testigos presenciales de su resurrección y las primeras en anunciar aquel extraordinario milagro de insustituible significación para la humanidad.
Evocamos a los paraguayos y a los extranjeros que habitan nuestra nación que fuimos invitados por Jesús a ser todos Uno con Él y con el Padre porque en su inmerecida gracia nos incorporó a su plan perfecto en libertad e igualdad, sin discriminación, para que seamos parte de su Reino. En efecto, está escrito:
“No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús”. (Gálatas 3:28)