La pandemia provocada por la enfermedad llamada Covid-19 ha causado cambios significativos en la vida de las personas en todas partes del mundo. Nadie parece escapar a la afectación de una u otra forma. No importa la edad, ni la condición socio-económica, ni la zona geográfica, todos somos vulnerables y susceptibles a enfermar.
Los adultos tenemos capacidad para entender lo que está sucediendo, nos adaptamos lo más rápido posible a los cambios y asumimos la responsabilidad para salir adelante en medio de los desafíos. No así los niños. Ellos viven toda esta situación de forma diferente. Ellos no tienen la misma capacidad para comprender lo que está sucediendo. Por eso es necesario que nosotros, los adultos, hagamos un ejercicio de empatía para tratar de entender la manera en que nuestros hijos están viviendo los cambios producidos por la pandemia.
Cambios en el hogar desde la perspectiva de los niños.
Cambios laborales.
Nuestros hijos son espectadores de primera fila de nuestros cambios en materia laboral. Ellos son los primeros testigos de que algo ha cambiado en la vida de sus papás. En el caso de nuestra familia, nuestros hijos han notado como algunos de los adultos en casa hemos cambiado hasta tres veces de empleo, y han sufrido los cambios producto de ello, principalmente los cambios de horario de papá y mamá.
El tele-trabajo de los padres representa una especie de confusión cruel para los niños. Están emocionados y felices porque papá y mamá están en casa, pero al mismo tiempo, están tristes porque los padres no están disponibles para jugar con ellos. Es decir, desde la perspectiva de los niños, sus padres están y, al mismo tiempo, no están.
Todo esto conlleva cambios radicales para la vida de los niños en la casa. El lugar a donde iban a descansar y jugar después de la escuela se ha convertido en un espacio de estudio y de hacer silencio para no molestar a sus padres que están trabajando.
Algunos han visto afectada su recreación con aparatos electrónicos, pues sus padres necesitan que la banda de internet esté libre y disponible para poder trabajar, reduciendo así los tiempos de juego o de uso de plataformas de video o audio que usan internet.
Cambios financieros.
Es claro que los niños no deben trabajar, ni son los responsables de llevar el sustento diario al hogar. De ello se deben encargar los adultos. Sin embargo, cuando los adultos se ven afectados económicamente por la situación de pandemia, los niños también sufren las repercusiones de ello en el hogar.
En el menor de los casos, habrá algunos privilegios o lujos que han sido reducidos o eliminados. Los adultos han tenido que cancelar las suscripciones a ciertos servicios como televisión por cable o el uso de algunas aplicaciones de pago. Esto significa una especie de pérdida para los niños, quienes ya no pueden ver sus programas o películas favoritas.
Pero en el peor de los casos, otros niños se verán afectados al punto de ver su ingesta de alimentos severamente reducida conforme el ingreso económico sufre reducción también.
Cambios en la manera de interactuar con otros.
Los niños que no pueden asistir a lecciones en sus escuelas producto de las medidas de precaución han sido privados, de repente, de la interacción con sus amigos. La vida de grupo, el juego en la escuela y el crecimiento en comunidad han dado paso al aislamiento y a la distancia. Este distanciamiento se agrava si el niño es además hijo único.
Los niños pasaron de convivir todos los días con otros niños varias horas al día, a convivir casi exclusivamente con adultos. Sin embargo, aún en la relación con los adultos han sufrido cambios. Dependiendo de las medidas de cuidado, algunos niños han sido alejados también de sus abuelos, tíos y primos. El sentimiento de pérdida aumenta si le relación era muy cercana antes de la pandemia, particularmente la relación con los abuelos.
Cambios en la rutina del hogar.
La rutina de los adultos que hacen trabajo desde casa ha cambiado de forma importante. De igual manera ha ocurrido con los niños.
Algunos han salido de clases y están recibiendo muy poca educación a distancia. Otros más bien están recibiendo igual o más que cuando asistían a la escuela. En el primer caso se experimenta un faltante de la actividad de aprendizaje propia de un niño de escuela, que tendrá que ser atendida una vez que pase la pandemia. En el segundo caso, se experimenta un cansancio por las horas de estudio frente a pantallas y por las implicaciones que la educación a distancia conlleva en sí misma.
A esto hay que sumar el cambio en las horas para dormir, para levantarse, para estudiar y para jugar. Estos cambios de rutina no son fácilmente asumidos y pueden generar estrés, ansiedad y confusión en nuestros hijos.
Ayudando a nuestros niños desde nuestra adultez.
Como adultos, vemos la vida diferente a como la ven los niños. Es nuestra tarea desarrollar una actitud de empatía hacia nuestros hijos. Tratar de ponernos en su posición y hacer el ejercicio de pensar como ellos. Una vez que hemos entendido lo que ellos viven, podremos desde nuestra madurez explicar cada detalle de la nueva realidad a nuestros hijos.
Al hacerlo:
- Use palabras sencillas que los niños puedan comprender.
- No sobrecargue a los niños con información que ellos no necesitan.
- No descargue su estrés y ansiedad sobre sus hijos.
- Procure tener las conversaciones de adultos solo con los adultos, nunca en presencia de los niños.
- Preste atención al estado emocional de sus hijos, valide lo que ellos sienten.
- Brinde esperanza a sus hijos, mantenga una actitud positiva que sus hijos puedan imitar.
Recuerde que sus hijos están experimentando lo mismo que usted, pero desde su perspectiva de niño o niña. En este tiempo de tantos cambios, ocúpese de hacer saber a sus hijos que su amor por ellos no cambia.
Conviértase usted mismo en un agente de estabilidad para sus hijos en un mundo tan cambiante.
Este Articulo de ejemplo ha sido tomado de la página Enfoque a la Familia. Pueden leer el artículo original Aquí